miércoles, 15 de enero de 2003

Crónicas Pehuajenses

I

- Dale Cuca, vamos en remisse.-

- No yo me quedo en el centro, todavía no termine mi whisky.- El Cuca era rotundo en su afirmación. Ya era totalmente de día. El primero del 2003, según las convenciones. Deje que se fuera caminando con Analía, recién habíamos dejado atrás a Sole, Matías, la Charo y la hermana. El centro quedaba vacío, tan maltrecho de botellas rotas como los esporádicos habitantes nocturnos con los contenidos de dichos envases.

Almorzamos muy tarde en la quinta, que adquiría reminiscencias de campamento gitano. Demás esta decir que el Cuca no pudo ser despertado hasta el final de la tarde, misma tarde que sirvió para deglutir, aparte de los alimentos mortales que por estas épocas se acostumbran en exceso, el libro de cuentos de Favio, que la noche anterior había regalado a los varios que estuvimos brindando, luego de haberlo hecho con nuestras familias. Fabio, recolector de historias y por lo tanto creador (es difícil, me parece escindir una de otra). Una facilidad Sorianesca nos mete en historias de pueblos, de infancia (entre peleas, amores e insectos), de putas, de amistad con una intensidad y frescura notables, quizás tenga que ver con que es difícil no identificarse con esas historias tan vividas de alguna manera por quienes venimos de pueblos chicos o barrios con fuerte identidad (para los ciudades grandes). De ahí que el libro este dedicado al Tato y Cuca, como no, si cada vez que Fabio volvía de sus viajes de vendedor de libros por la provincia; entraba al departamento, en que vivía con el Tato en Capital y estaban estos dos limados dispuestos a escucharle sus historias de pensión berreta de pueblo, del puerta a puerta, del señora ¿no quiere comprar este diccionario o esta enciclopedia que le va a servir a sus hijos? Pasa mi´jito, ¿querés un mate?

A la llegada del Cuca, se sucedía la transición de los parientes yéndose. La quinta comenzaba a adquirir la tranquilidad del agitar leve de los árboles, por la brisa calurosa de la tarde descolgándose del cielo.

Abandone la hamaca paraguaya (mi bastión irreductible), para ir a buscar a Fer Vicente y a Virginia y planificar la noche: de fumata, estrellas (incluso fugaces), de discutir sobre la Cruz del Sur, de chocolates, teg y música.

“Esa es la Cruz del Sur”, decía Vir y yo que no, que esa no era, “pero si, ¿no ves?”, y no que no, que los árboles que nos rodeaban no nos dejaban ver todo el cielo. “Es verdad”, decíamos, “habría que cortarlos a todos, especialmente ese pino copetón”. “Mirá, es esa la que esta debajo de la falsa Cruz; ah, puede ser, sí es esa ¿ves?, ¡mirá! Una estrella fugaz, ¡si! Tres deseos, ya están, joya, mira un satélite, ¿dónde?, ahí...”

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II

Ahora estoy solo en la quinta, terminando de aspirar los últimos humos del pequeño faso que me fume. Hoy me receté noche solitaria. Las estrellas de anoche hoy tienen el velo que las nubes le dan.

El último de Ceratti (que no me parece muy bueno) suena junto a grillos, sapos, ranas, y eventuales bandadas de pájaros que migran quien sabe donde. De la descripción a los pensamientos que según Fabio afloran tras las superficialidades, tras la cortina de lo poco profundo, que también lo dice el Cuca cuando piensa que decir ante un tachero, remisero, desconocido del asiento de al lado. La cuestión que me acuerdo del bla, bla, bla del personaje de presidente de Tumberos y acá Natalia R pensaría que estoy obsesionado con esa serie, pero en realidad (no lo dilucidaremos ahora), suele pasarle a cierta gente que anda por ahí que ante el maravillamiento a determinada (como decirlo), digamos cosa, como por ejemplo Fer M con la eradelosimperios-friends-canastayahoo, comienzan a analizar las cuestiones de relaciones sociales, en el sentido vago del término, a partir de esa cosa. Otro ejemplo serían los marxistas ortodoxos y me imagino a uno de estos especimenes leyendo esto y me muero de risa. Huy, se me acaba el papel.

Listo, solucionado. Un papel de envolver sirve en este caso. Me olvidaba aparte de grillos y demás también eventualmente se escuchan perros (pensamiento elástico ¿remember?). La verdad lo buenos de esta soledad es encontrarse con uno mismo. Por eso me puse a escribir describir esta noche, ya que me aburrí a mi mismo, me mande a la mierda y acá estoy escribiendo esto que será un mail en algún momento para ustedes. STOP: No es tan cierto eso que usted dice compañero, esta es solo una manera de disfrutar la soledad: Con el beneplácito que da la lectura (Henry Miller – Trópico de Capricornio) sabiendo que en este instante en otro trópico alguien lee al mismo autor. Y la lectura a pesar de Erich Fromn que como cualquier gurú de la antigüedad nos dice que debemos pasar más tiempo en soledad pero no haciendo nada de lo que en este momento estoy haciendo (música, lectura, escritura), sino encontrarnos con nosotros dimensionarnos y demás cosas que, acá me acuerdo de anoche cuando con Fer y Virginia estabamos al lado de la pileta con reposeras, mirando las estrellas y acá se me abre una rama: Hace un año hacíamos lo propio en una playa cerca de Viedma. Oscuridad absoluta en el medio de una playa Fer V y yo en reposeras tuvimos uno de los cuelgues más lindos que he tenido (dejamos esta rama). La cuestión que reposera+colgados+estrellas podemos dimensionar el infinito, sentirlo y de ahí lo eterno: el cosmos, somos fragmentos de ese cosmos, partículas mínimas que viajamos a velocidades descomunales por el universo y aquí la sensación de caída, caída eterna, a la nada, al nunca acabar, al infinito. Así que este Fronm no joda, no sólo podemos dimensionarnos en soledad sino que además superamos dicha dimensionalización. Eso sí hasta que Virginia me pide el encendedor que ahí la sensación de caída libre encuentra su final en la reposera de una quinta de un pueblo de la provincia de buenos aires, argentina, continente americano, planeta tierra, sistema solar, constelación de la concha de la lora del universo. Ahí volvemos con Fer V a contarle lo de aquella noche en la costa de Viedma: “No sabes, empezamos a carretear en las reposeras, despegamos (reclinándolas lentamente) ascendiendo al espacio, somos astronautas. Juegos de reminiscencias infantiles afloran. Luego de eso vino caminar uno de los dos hacia el mar. Ese mar tan inmenso como el universo al menos en ese momento, no llegaba nunca, a medida que caminaba el otro estaba a través de sus ojos.

Y corto acá porque se está largando a llover.

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III

Hubo una pregunta que circundo todas las charlas nocturnas, en ese escenario de estrellas, árboles y reposeras al borde de la pileta. Los interrogados fueron por orden de cada noche: Cuca, Fer y Vir; Tato, Cuca, Favio y Vero y por último Willy F.

- Che Willy, ¿qué harías si de repente viene un O.V.N.I. se posa sobre la pileta como flotando y baja una especie de compuerta hacia nosotros con los bordes de lucecitas y una luz que nubla todo adentro? Nos subimos ¿no?

- Y no se Tero, ¿te parece?

- Sí, así en este estado ni dudarlo, aparte, ¿qué perdemos?, si son amistosos nos vamos a cagar de risa y sino, bueno que sea lo que dios quiera o mejor los tratamos de cagar a piñas.

- Ma´si lo hacemos.

- Aparte si es una sociedad más evolucionada quiere decir que llegaron al socialismo, entonces son compañeros.

- ¿Qué decís?

- (...)

En ese momento, estaba tratando de conjugar mi "orden" del universo con el de Willy, que no me terminaba de convencer. Mi universo era bien cuadrado (por sintetizar una idea). Sistemas planetarios (planetas, asteroides, cometas, estrellas extintas girando, mejor dicho gravitando en una estrella) que a su vez gravitan en una galaxia que a su vez gravitan junto a agujeros negros, quasares, y demás en el universo. Pero, ¿por qué no múltiples universos interdimensionales con diferentes órdenes?

De todas maneras esa noche ni las anteriores encontramos respuestas...

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IV

Cuento por Willy Falcone y Tero Landi

Hay algo trágicamente destructivo en el fondo de cada deseo, ya sea en su forma más dura, como en su forma más liviana, ya sea por la razón o por esta urgencia de soñar.

Lo cierto es que me equivoque feo, todo lo demás son búsquedas de justificaciones que vaya a saber uno donde me llevaran.

A ella la conocí en un cabaret de un pueblo miserable. Me deslumbró desde que la ví llegar de uno de los extremos de la barra. Era distinta a las demás, no se, quizás era su brillo que era indeleble a ese triste lugar donde solitarios eventuales o permanentes, donde perdedores, iniciaticos, enfermos de cariño, buscadores de oídos para escuchar o sexo vedado por mujeres aplastadas por el deber ser pacato y recatado de la rutina acuden a llenar vacíos.

No se porque estaba allí ese día, no era habitual en mí, quizás por eso: el sabor de buscar nuevas historias, no se. Lo que si se es que esa noche y el encuentro con ella cambio el rumbo de una vida sin demasiadas agitaciones. Me le acerque, la salude, le pregunte su nombre pero, me di cuenta que no hablaba con ella, digo, la persona que me deslumbraba, solo hablaba con el personaje que se inventaba para trabajar allí.

Le pregunte cuanto costaba estar con ella, la verdadera, la del brillo que sus pintorrajeada cara no podía ocultar, sus ojos se hundieron en los míos, me dieron ganas de gritar con la cabeza. Una enorme pausa, su sonrisa dejando por descubierto no sólo sus dientes.

Volví insistir sin quitarles mis ojos de sus ojos. Por dentro la lucha sangrienta del deseo, de tocarla, de entrar con la razón en la mano izquierda, dejándome esta vez ya al descubierto.

Pero ella con firmeza dorada de ternuras sólo dijo veinte pesos la hora, bajando la cabeza, cerrando los ojos, mordiendo sus labios, muriendo. "Quiero salvarte, quiero que me salves, yo tampoco quiero llorar". No la deje decir nada, quizás un error.

La tome de una mano, flotamos hacia la puerta de salida. En ningún momento puso resistencia, si complicidad, pasamos esa puerta. Adentro se escuchaba el inicio de un griterio, la regente que entre el asombro de lo dislocado, mezclaba aullidos con insultos socarrones para poner en aviso al encargado de seguridad. No era común en un cabaret de pueblo tener problemas, algún borracho de vez en cuando, pero nada que unas caricias no menguaran. Es así que resultó fácil salir, inimaginable en una gran urbe.

Cuando el corpulento reacciono era bastante tarde, con el auto ya nos metíamos por calles oscuras, en esta, pienso ahora, irracional fuga. Habían pasado quince eternos minutos de huida y silencio, ni siquiera la miraba, estaba nervioso, y contrariado, un torbellino mental que sacudía mi cabeza, hacerla mía, protegerla para siempre, a ella, esa desconocida, ni siquiera sabia su nombre, siempre estas decisiones sin pensar me habían llevado a destinos más o menos trágicos.

En estos momentos me odiaba, una ramera en mi auto y ahora sin trabajo, un desconocido le había arruinado su presente por un futuro totalmente incierto, es increíble pienso, uno se imagina una línea como una ruta y el pasado es el camino recorrido, el presente es el instante por el que vamos y el futuro es el camino por hacer, pero en este caso el futuro no era lineal, era un salto al vació, un precipicio que no se sabía cual era el fin. Me dije basta que estaba atormentándome, decidí mirarla, ella en ese lapso de tiempo, intuyo, estaría pensando algo similar, tenía la mirada en la ruta que ya estábamos circulando, el brillo de su piel todo, rostro, hombros, manos, piernas se mezclaba con el de las estrellas que titilaban en el infinito.

Me miró, otra vez la conexión, otra vez el no me importa nada sólo vos, ya no tengo dudas, con tu mirada no tengo dudas.

"¿Cómo te llamas?". Otra vez sonrió, sin decir nada, no quise volver a insistir, quizás ese era su único tesoro, un nombre prohibido, hasta eso me seducía. La excitación y el cansancio n ese momento eran mi mochila. Sin preguntar nuevamente, otro error tal vez, fui disminuyendo la velocidad, hasta que minuciosamente fui saliendo de la ruta, estacionándome en la banquina entre dos tremendos árboles.

"Necesito tu nombre". Supliqué, esperé, pero nada. Ella acerco su mano, la paso sobre mi barba, su boca junto a la mía. Fue un hacer y un deshacer. La deformación absoluta, desvestirnos, desalinearnos. Por fin besé cada secreto de su piel, sentí ser uno y miles. Miles, una pausa, pensando lo que implicaba la palabra miles, miles podrían haber hecho lo mismo, miles pagarían por su brillo, yo como primer representante de esos miles, pero sólo eso, sólo eso, es decir nada, un yo cualquiera, es decir en este momento soy miles. Le dije en vos alta "¿miles?.

Ella no contestaba. Insistí tomándole del brazo, gritándole. Fue su descabellada sonrisa inocente de incomprensión la que me impulso sobre su cuello, era sólo algo que ella quizás ni supiera, apreté tanto, tanto, que no me animo a nombrar el resultado, pero fue así.

También sentí una muerte, tan dolorosa como la de ella, el desasosiego, la culpa, esa enorme cruz.

Deje el cuerpo en el auto y el auto en la banquina entre dos árboles.

Del otro lado de la ruta hice dedo con la suerte en el pulgar. Un auto paro, me llevo hasta el lugar de donde escapar.

El cabaret era el mismo, ella fue muy inteligente, una buena forma de escapar de mí, pero como la extrañaba, lo pensaba mientras levantaba la mirada hacia el extremo de la barra con la ilusión de volverla a ver, ahí estaba, como si no hubiera pasado nada, lo cual es cierto.