Recupero de plusvalía
La luna está llena y a tiro del techo. Sobre el balcón hay una losa de cemento que sostiene el tanque de agua. Saco la escalera del cuarto de B y la poso sobre el descanso que termina en este departamento. Subo. La losa mira al este. La salida de la luna es perfecta. Algunos vecinos pasan abajo; sobre la tierra, pero estoy demasiado alto para interesarme por eso. La luna llena alumbra de azul. Las letras azules (del libro) no se ven en este acantilado de cemento. Lástima la ausencia de olas, sólo autos. Góndolas veloces en esta ciudad que respira humedad y a cada palpitación arroja una gota de sudor por la frente y las axilas. Ellas se deslizan hasta ser atrapadas por una mano que las seca en el pantalón.
Llegan V, luego P, los invito a mi cornisa. P viene mal, oprimido, exprimido, cansado de la explotación de la maratón de ser el bachero de fiestas bien de la clase media alta. De ser el exprimido de tipos cocainómanos que prestan plata durante la semana y organizan fiestas explotando pibes que tienen que llegar a pagar el alquiler o la pensión.
P nos cuenta su última jornada. Lo imagino (mientras descarga) escuchar los sermones en su minuto de gloria del cocainómano usurero. “Triunfen como yo”, nos cuenta que les dice duro y feliz de su “triunfo”, triunfo con olor a tipos desesperados porque no pueden comprar un televisor o electrodomésticos a su familia y sacan un crédito personal para poder hacer que su hijo pertenezca a la sociedad. Esa noche un compañero cuarentón le propuso, relojeando para no ser visto, achicar la plusvalía. Así, un Barón B fue descorchado por los exprimidos .
Lo escucho y pienso como gira este mundo explotando a un amigo, un hermano. Me revienta no poder disfrutar con él de este abismo, esta luna y ese avión que pasa. Le doy un faso, le comento que C se fuma uno, cuando vuelve de las 10 horas de feria (si contamos el subte o los dos bondis), donde le ve la cara a toda esa gente sin vida. Los ve en el subte, en la calle. Para colmo, los turistas de los países imperialistas le regatean el precio de las artesanías, todo porque en sus fabulosas guías dice que en argentina las artesanías se regatean. —¡Y la concha tu madre!— se dice tranquilo el C para él. Mientras, le contesta con cara de nada al turista imperialista - los precios no se bajan porque son para financiar la causa palestina. El turista abre los ojos grandes y pega la vuelta, ahora indignado pero miedoso. Quizá piense en atentados sangrientos, que no son necesariamente lo que buscamos como revolución. Que no se equivoque ese israelí, o el visitante español de sus ex colonias, o el yankee gordo de la grasa que le mete mac donall´s en el mac combo desayuno, almuerzo, cena de comida artificial, transgénica y cancerígena. No, no se equivoquen, queremos (y acá hablo de mis compañeros, amigos, hermanos y yo) que el mundo explote por abajo, no por arriba como lo hacen explotar esos excéntricos petroleros entrenados por la CIA para generar la convulsión necesaria para seguir justificándose como potencia imperial.
Iremos lento, tomaremos un Barón B, robaremos en los supermercados colonialistas, en las editoriales o la feria del libro, llenaremos un hélix con un rotella y lo venderemos a 10 cuando vale 6. Entonces, ese domingo de embole de 16 horas perdidas en una estación de servicios se justificará por la plusvalía recuperada. Le tomaremos la caña de durazno al dueño del vivero y le robaremos césped dichondra para poner en el patio de la abuela. Nos pasaremos los rolitos por las bolas en una navidad de 24 horas sacando bolsas de 15 kilos de hielo de la planta refrigeradora para volcarlos sobre una tolva y fraccionarlos en bolsitas de 4 kilos que pesan tres, haciendo bolsas de más para venderlas y no asentarlas porque no existen y si no existen son nuestras. Dejamos acá porque la casa se empieza a llenar de cumpas y amigos entrañables que vienen a conmemorar el natalicio 30 del más romántico y caballero Wilde que el siglo XXI osó en tener (al menos en sus inicios). Hasta nuevo contacto. Cambio y fuera.
Llegan V, luego P, los invito a mi cornisa. P viene mal, oprimido, exprimido, cansado de la explotación de la maratón de ser el bachero de fiestas bien de la clase media alta. De ser el exprimido de tipos cocainómanos que prestan plata durante la semana y organizan fiestas explotando pibes que tienen que llegar a pagar el alquiler o la pensión.
P nos cuenta su última jornada. Lo imagino (mientras descarga) escuchar los sermones en su minuto de gloria del cocainómano usurero. “Triunfen como yo”, nos cuenta que les dice duro y feliz de su “triunfo”, triunfo con olor a tipos desesperados porque no pueden comprar un televisor o electrodomésticos a su familia y sacan un crédito personal para poder hacer que su hijo pertenezca a la sociedad. Esa noche un compañero cuarentón le propuso, relojeando para no ser visto, achicar la plusvalía. Así, un Barón B fue descorchado por los exprimidos .
Lo escucho y pienso como gira este mundo explotando a un amigo, un hermano. Me revienta no poder disfrutar con él de este abismo, esta luna y ese avión que pasa. Le doy un faso, le comento que C se fuma uno, cuando vuelve de las 10 horas de feria (si contamos el subte o los dos bondis), donde le ve la cara a toda esa gente sin vida. Los ve en el subte, en la calle. Para colmo, los turistas de los países imperialistas le regatean el precio de las artesanías, todo porque en sus fabulosas guías dice que en argentina las artesanías se regatean. —¡Y la concha tu madre!— se dice tranquilo el C para él. Mientras, le contesta con cara de nada al turista imperialista - los precios no se bajan porque son para financiar la causa palestina. El turista abre los ojos grandes y pega la vuelta, ahora indignado pero miedoso. Quizá piense en atentados sangrientos, que no son necesariamente lo que buscamos como revolución. Que no se equivoque ese israelí, o el visitante español de sus ex colonias, o el yankee gordo de la grasa que le mete mac donall´s en el mac combo desayuno, almuerzo, cena de comida artificial, transgénica y cancerígena. No, no se equivoquen, queremos (y acá hablo de mis compañeros, amigos, hermanos y yo) que el mundo explote por abajo, no por arriba como lo hacen explotar esos excéntricos petroleros entrenados por la CIA para generar la convulsión necesaria para seguir justificándose como potencia imperial.
Iremos lento, tomaremos un Barón B, robaremos en los supermercados colonialistas, en las editoriales o la feria del libro, llenaremos un hélix con un rotella y lo venderemos a 10 cuando vale 6. Entonces, ese domingo de embole de 16 horas perdidas en una estación de servicios se justificará por la plusvalía recuperada. Le tomaremos la caña de durazno al dueño del vivero y le robaremos césped dichondra para poner en el patio de la abuela. Nos pasaremos los rolitos por las bolas en una navidad de 24 horas sacando bolsas de 15 kilos de hielo de la planta refrigeradora para volcarlos sobre una tolva y fraccionarlos en bolsitas de 4 kilos que pesan tres, haciendo bolsas de más para venderlas y no asentarlas porque no existen y si no existen son nuestras. Dejamos acá porque la casa se empieza a llenar de cumpas y amigos entrañables que vienen a conmemorar el natalicio 30 del más romántico y caballero Wilde que el siglo XXI osó en tener (al menos en sus inicios). Hasta nuevo contacto. Cambio y fuera.
1 comentario:
Excelente, Tero!!!
Creo que ya la había leido, allá lejos y hace tiempo, pero me alegra volver a verla.
La lucha hay que darla, siempre, como se pueda, donde se pueda.
Un abrazo
m.
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