El cuadro domingo domingo
El cuadro domingo domingo reposa mirando el living y nosotros estamos en el living mirando el cuadro. El hombre del cuadro nos mira, nos miramos con la nada del domingo domingo, no nos decimos nada, sólo nos miramos. Permanecemos horas contemplándonos comtemplativamente. Antes no estaba, pero lo sentíamos, estaba allí, oculto en el cuarto, sabía que el domingo no es el comienzo, sino el final, aletargado y mañoso. Bien del día gris, o quizás soleado de nada, de ocio, esperado y arisco, seis días esperándolo y las convenciones dicen que es el primero, no macana, viejo, me engrupis como a un otario, es el fin de una semana, a veces de mierda, a veces esperada y consagrada. A las primeras los domingos son de aplomo, de ir de la cama al living sin saber que hacer, maldiciendo, enroscados en pensamientos vanos y sin sentido. Las otras, las de semanas consagradas, le haces un culto, le lees, le ensayas, le hablas, lo limpias, le mostras pelis, le escribís, le convidas un tinto por la madrugada, lo besas, acaricias, le cebas mates, le dan la mano con las que harán artesanías, o muebles, lo respiras, le rogas no metamorfosearse en lunes, ese vil que lo antecede, malditos lunes nada esperamos de ustedes, rutinarios, espeluznantes a veces, suaves otros, unos pocos.
Eso es el cuadro, eso somos nosotros, los observados por ese hombre nada de domingo que es relojeado por nosotros los intrascendentes de domingos domingos.
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