La vida pos cromagñon - Odios
La ley se empecina con los rolinga, será porque ellos explicitan que algo no anda prolijito, que algo falla en ese “pulcro pueblo” esforzado por parecer.
Los pibes no tienen coimas y hostigarlos tapa negocios que prolijamente no se expresan, pero ellos si manifiestan algún tipo de reacción, algún desencanto confuso con lo que los rodea. La ley no se mete con los fiolos que se sientan en la mesa de al lado con menores de edad diciéndoles que hacer. El empecinamiento no es con la red de cabarets que le da el mote de “La perla del oeste” desde que algún comisionista o viajante decidió parar en este sabroso pueblo que ofrece la mejor carne al mejor precio (incluyendo los bifes de chorizos de “El rey del bife”). No. Es mejor jugar a los policías con adolescentes en rebeldías “sin causa” (siempre hay algo, de mínima la pose). Qué mejor que arrebatarle las dos banderas de callejeros en la marcha que organizaron una veintena y llevarse a los dueños de los trapos. Qué mejor que perseguirlos cada noche en cada esquina, en cada banco de plaza, en cada bar.
Me cargo de impotencia y un gordo de civil con palo en mano se está por llevar a otro pibe. Le gritamos desde el bar, el gordo se enfurece y los dos patrulleros con sus seres azulados también. Agarra a otro pibe de los pelos amenazándolo y no puedo más, le toco el hombro, el gordo se da vuelta desenfrenado, es un sabueso que en cualquier momento puede tirar el tarascón, le digo que soy abogado, que no puede amenazar y agarrar así a un detenido. Le pregunto el nombre. Raúl Gómez macanea. Llegamos hasta una de las patrullas, le digo lo mismo a los otros azulados. Oídos sordos. Con Matías vamos hasta la comisaría a cumplir nuestro rol de “abogados”, se ponen nerviosos y nos dicen que ya lo soltaron pero que el pibe no aparezca, no hay caso, no hay dialogo posible, nos vamos.
Si, este es un pueblo tranquilo, el control social se ejerce con lo explícito, lo que no se ve no existe. Lo importante es apretar a los del PO o al MTL, me cuentan amigos/as, mientras el fiolo se lleva a la piba a otro bar, esta no es una buena plaza. Algún camionero solitario, algún viajante de esos que comen en el rey del bife o en la parrilla de los camioneros, o algún cincuentón aburrido de su esposa sabrá degustar una piba de 16. Mientras el gordo X pasa tranquilo y saluda por la mesa. Es el dealer de lujo, sólo le vende a médicos y profesionales reconocidos del medio la mejor merca. Duro trabajo el de meterse en los villerios de Capital y saber elegir buena calidad y también ver como la rebajan para la gilada, ese tubo fluorescente ayuda bastante, cuantas narices sangrarán por la marginalidad de Capital y alrededores.
En medio de todo esto las lolitas afloran como los sapos en estas épocas. Fashion TV hace estragos por estos lares y las niñas desfilan de un lado al otro del bar.
Y nos reímos en la mesa.
Los pibes no tienen coimas y hostigarlos tapa negocios que prolijamente no se expresan, pero ellos si manifiestan algún tipo de reacción, algún desencanto confuso con lo que los rodea. La ley no se mete con los fiolos que se sientan en la mesa de al lado con menores de edad diciéndoles que hacer. El empecinamiento no es con la red de cabarets que le da el mote de “La perla del oeste” desde que algún comisionista o viajante decidió parar en este sabroso pueblo que ofrece la mejor carne al mejor precio (incluyendo los bifes de chorizos de “El rey del bife”). No. Es mejor jugar a los policías con adolescentes en rebeldías “sin causa” (siempre hay algo, de mínima la pose). Qué mejor que arrebatarle las dos banderas de callejeros en la marcha que organizaron una veintena y llevarse a los dueños de los trapos. Qué mejor que perseguirlos cada noche en cada esquina, en cada banco de plaza, en cada bar.
Me cargo de impotencia y un gordo de civil con palo en mano se está por llevar a otro pibe. Le gritamos desde el bar, el gordo se enfurece y los dos patrulleros con sus seres azulados también. Agarra a otro pibe de los pelos amenazándolo y no puedo más, le toco el hombro, el gordo se da vuelta desenfrenado, es un sabueso que en cualquier momento puede tirar el tarascón, le digo que soy abogado, que no puede amenazar y agarrar así a un detenido. Le pregunto el nombre. Raúl Gómez macanea. Llegamos hasta una de las patrullas, le digo lo mismo a los otros azulados. Oídos sordos. Con Matías vamos hasta la comisaría a cumplir nuestro rol de “abogados”, se ponen nerviosos y nos dicen que ya lo soltaron pero que el pibe no aparezca, no hay caso, no hay dialogo posible, nos vamos.
Si, este es un pueblo tranquilo, el control social se ejerce con lo explícito, lo que no se ve no existe. Lo importante es apretar a los del PO o al MTL, me cuentan amigos/as, mientras el fiolo se lleva a la piba a otro bar, esta no es una buena plaza. Algún camionero solitario, algún viajante de esos que comen en el rey del bife o en la parrilla de los camioneros, o algún cincuentón aburrido de su esposa sabrá degustar una piba de 16. Mientras el gordo X pasa tranquilo y saluda por la mesa. Es el dealer de lujo, sólo le vende a médicos y profesionales reconocidos del medio la mejor merca. Duro trabajo el de meterse en los villerios de Capital y saber elegir buena calidad y también ver como la rebajan para la gilada, ese tubo fluorescente ayuda bastante, cuantas narices sangrarán por la marginalidad de Capital y alrededores.
En medio de todo esto las lolitas afloran como los sapos en estas épocas. Fashion TV hace estragos por estos lares y las niñas desfilan de un lado al otro del bar.
Y nos reímos en la mesa.
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