miércoles, 31 de diciembre de 2003

Crónica del crucero a la nada 0 >> Vacio en La Plata -


Que nostalgia de estar en cada cielo que miran cada noche, sus estrellas, sus salidas de lunas y sol

Escribir más es al pedo, con eso ya dije todo, sus lugares, sus terruños que los constituyen y enriquecen esta aldea, sus comidas, sus olores, los pájaros, los perros, los autos, la capilla de a la vuelta, el hotel abandonado donde hay ánimas en pena. El lugar donde se hacían los picados o donde se jugaba a las muñecas o al doctor y la enfermera o el oficinista o la escuadra de soldados, todos aguerridos combatientes del bien, las piñas recibidas y dadas, los cascotes, las ondas, los juguetes y los árboles trepados, los árboles que nos tumbaron, los autos viejos y tirados en baldíos que son nuestro universo por donde viajamos a toda velocidad en la nave interespacial, cuidado nos tiran con láser, malditos mutantes, el comandante ordena ir con todo contra los invasores, mientras el víctor se cae en una trampa de los soldados enemigos y los rescatamos pero el enemigo tiene trincheras debajo de la tierra cubierta con pastos disimuladores, y nos cagan a tiros y nos ganan, maldición, maldita sea, malditos bastardos, deberían morir, caspitas que malvados y tenaces, con sus secuaces y sus poderes, recorcholis.

La Plata

domingo, 19 de octubre de 2003

Basureros de las 2 a.m.

Los gamma(1) yendo rojos a la medianoche. Cabezas gachas, sin mirar. Conduciendo carritos como cada noche, de cada año, donde alojarán la basura de la gente. La gente, esa que todas las mañanas reproduce un sistema de dominación alienante, a tal nivel, que los laboratorios farmacéuticos no dan a basto para producir píldoras para dormir y píldoras para estar despierto y píldoras para todo lo necesario. A píldoras vamos andando a un lugar demasiado alejado a la humanidad, demasiado cerca a la perfección del envilecimiento descarnado. Guerras por doquier para justificar el mercado de armas, y no generar desocupación en el imperio. Así se podrán pagar programas de control de la ira de las familias de los empleados de las empresas productoras de mísiles y demás artefactos y productos responsables de matar y generar “daños colaterales”, contaminación y enfermedades que necesitarán investigaciones millonarias para buscar los paliativos razonables que no lleguen a afectar a los pinche gringos. Remedio y enfermedad, pan y circo, sangre y sangre, desgarro sin fin, Roma espartana a la enésima potencia.
Intempestividad, esa, creemos es la idea. Dejarla aflorar, retomarla, asirla, palparla, degustarla y escupirla porque quema. Que queme a quién corresponda. Manejar el fuego, nuevamente es la idea. Redundante pero con la rabia de saberla repetida hasta el hartazgo. La intempestividad del odio, pero del odio a los ellos, los invasores, colonizadores, torturadores, opresores, reyes, señores feudales, papas, represores, empresarios, banqueros o cualquiera de las formas reptantes. Porque para nosotros guardamos lo lúdico. El juego de abrazos y caricias tan radiante como el pedazo de vidrio de botella verde que rebota los rayos de sol entre la bolsa de residuos del canasto, que quién sabe que paria recogerá para llevar a su familia un cacho de recicle.

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1- Categoría social más baja de los seres humanos en la novela Un Mundo Feliz de Aldus Huxley.

domingo, 14 de septiembre de 2003

La frontera

La persecución se inició con el disparo lubricado del percutor colisionando sobre la cápsula llena de pólvora. Sin ningún interés en contenerse, presiona sobre el plomo que comienza un viaje desaforado en busca de algo o alguien a quién perforar. Sinuoso viaje frenético que terminará su estela criminal sobre la cabeza, pecho, brazo o pierna del negro o Martínez o Juan, Aníbal, Darío, Teresa, Víctor, Maximiliano o el Fabián de la favela, pelado de once, Laura de villa 31...Sacó un arma y empezó a disparar, se escucha en la radio el relato de un periodista de esos objetivos que andan por ahí, relatando crónicas deformes de la realidad. “Excesos” policiales sin nexo con el contexto que lo genera, un “exceso” no tiene relación con otro, son tan sólo relatos aislados, fragmentados. La judicialización de la protesta social, la criminalización de la pobreza y el asesinato o apriete a aquellos que intentan dar cuenta de esas realidades no tiene nexo para los mass media. Mientras, por diferentes tugurios de las afueras, del costado, de la frontera reina la barbarie de la barbarie que genera la “civilización”. Antes se colonizaba lo extranjero, ahora se lo combate porque invade lo colonizado.Lo extranjero, lo salvaje, lo repelentemente negro de toda negrura invade de mil maneras los sentidos pacatos y recatados de la media argentina para arriba. Te pide una moneda, te corta la calle, te limpia el vidrio, te pone un puestito en la vereda enfrente al negocio, te pone un chumbo en la sien, se ríe, baila cumbia, sale en crónica.Las cárceles de Argentina y del continente están repletas de ellos. Están al borde del country, debajo de las autopistas, enfrente de las terminales de ómnibus, por todos lados, huelen mal, hablan peor.Para ellos no hay recicle posible, son la escoria, la nueva invasión, un malón desaliñado que no espera y no pregunta. Fluye, por corrientes continuas y discontinuas, marea humana en ebullición.

viernes, 20 de junio de 2003

Escribiendo desde las sensaciones cinematográficas

CINE[1]

Estupefacto de tanta putrefacción. La conspiración invade por la purulencia, se expande por la herida mal curada. Una pus amarillenta preanuncia gusanos, nacerán, se expandirán por la carroña (la competencia entre buitres, hormigas y gusanos). Carroña, no más que residuo orgánico que es vida muerta alimentando vida. Gusanos excitados, frenéticos. Caldo o sopa densa y movediza que crece hasta el límite de los huesos blancos, poco a poco comenzando a brillar ante el sol calcinante de algún desierto que se lleva los sueños en un viento que no se cansa. Viento exultante que desafía y gasta, erosiona cada pelada roca que se desgrana en el tiempo para ser arenisca. Rocas peladas como huesos ya sin gusanos, sin olor. Vestigios de la desolación.

Me concentro un segundo, escucho la fuerza de la música de la banda de sonido de Sueños en Arizona[2] saliendo de los pequeños parlantes. Se agranda. Alud descomunal de sonido, coros animales, flauta y expectación de un desarrollo que promete. Preguntas que giran entrelazándose en esa bola de sonido que de repente desaparece en el silencio que antecede al temporal y vendaval de música que vendrá. Ah: música. Liberación, plenitud, duda, miedo, silencio nuevamente. Tambores quizás, fin. MUERTE. La belleza de lo trágico irrumpe, asciende, ilumina. Una multitud de voces escalando la mítica torre de babel. ¡Hay babel, babel!, sus jardines, sus mercados inundados en gritos y olores, quién te pudiese haber visto, sólo comentarios lejanos, jinetes nómades, caravanas de camellos, viajeros dibujando sus ruinas, historietistas creando a Mort Cinder, arqueólogos, antropólogos, lingüistas, teólogos, historiadores de un mundo ya muerto como la melodía que poco a poco da paso al Réquiem de Mozart y sus voces acongojadas de tanta oscuridad. Una voz esperanzadora de mujer se apropia de toda nuestra percepción. Más aún, convence a las otras voces que la siguen en un camino sacrificado hacia la consecución de los sueños. Los violines son maná ahora. Gesta, aventura, epopeya, viaje a la solemnidad de la felicidad, quien sabe, no importa, el viaje tiene el efecto del viaje, la curiosidad infantil del deseo ilimitado.

Esto son apenas palabras de entonación, de acomodar la garganta, de raspearla para lograr sacar eso que no logra salir, son los puchos, las fisuras colectivas, la humedad de esta cárcel puta con diagonales, nos dejan más cerca, las tomamos pero no vamos a ningún lado, estamos en diagonales de un cuadrado que no bordeamos, hacemos figuras dentro pero nada más. Encima la lluvia y este sátrapa[3] que me obliga a estar acá y escupir. ¡Dejame!, ¡dejame, loco!, no quiero no tengo nada para decir, es así, el mismo chamullo de siempre, encima ayer el director ese que no se que más decir, pura oniricidad. Tarkovski tus sueños son tus sueños. Prefiero la sabrosa viscosidad que emana de la vaina o la vagina, sexo y nada más o la virtualidad de una vida que es o no es realidad. Que se yo, no se y sigo porque estoy atado y el teclado me retiene aferrado, me mete la cabeza entre las teclas y me succiona.
Es la interconexión de los cables que salen de no se donde. Los censores eléctricos se interconectan en el infinito sea donde sea y donde se este y sale, siempre sale algo, no importa que, no importa. Hay fuegos que arden juntos en la inmensidad, energía al fin, se condensan, se comprimen, aletargan un tiempo hasta que en un momento del espacio tiempo comienzan a girar en si mismo a una velocidad tal que se expanden poco a poco hasta que no da más y explota, big bang le dijo alguno, pongámosle eso para serializar, la cuestión que volvemos siempre a lo mismo, o al menos mi elemental visión de gato, o perro, o orangután me hace decir o pensar.
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[1] Los film en que fueron inspirados este escrito son ZOO, Sueños en Arizona, La Zona, El Festín Desnudo y Existen Z.

[2] Goran Bregovic.
[3] Capitán Beto, filoso filosofo de las comarcas neuquinas.

domingo, 16 de marzo de 2003

Acentos de una Soledad

Devotamente, esta es una oración del Hombre de Corrientes y Esmeralda.
Has vuelto sin llegar. Ignoro el camino en que te buscaron mis noches y la desesperada intensidad de luz que mis ojos disiparon. Pero se que mi suplica no amansará tu silencio ni descubrirá la soleada latitud en que resides.
Envías el sonido de fonógrafos lejanos, la invitación estridente de los barcos que parten, el cariñoso perfume de las estaciones en flor, y sobre un paisaje invisible te trasladas siempre a mí.
Tu espejismo abrevia las perspectivas dilatadas, tu presentimiento apocopa las distancias sin fatiga y en tu esperanza reposan los cansancios.
Vives a mi lado, como la sombra, y como la sombra te escurres, permaneciendo.
Lo por decir enmudece en mis labios y en chisporroteos de leña, en rumores de calle presta al sueño en la sonochada o en quejosas voces de viento hallo más legítimo acento de mi soledad que en mi propia voz.
De ausencias soy. Ladrillo sobre ladrillo, para uno cualquiera un albañil edificó esta casa. Para uno cualquiera se escribió este libro. Soy más uno cualquiera que yo mismo.
De ajeno en tu espera vivo. Comprenden lo que en lenguaje comprensible hablo, pero no la emoción que se detiene en el imperceptible estremecimiento de mi mano.
Sembrador sin sembradío, mis palabras se acomodan en cualquier mañana o se quedan sin sentido en el umbral de un zaguán, apabulladas por mi reflexión. “Tu también te iras soñadora, soñando” o “Una noche de tristeza empaña su alegría”. Soy un niño que no puedo serlo. Soy un indigente sembrador sin sembradío.
Un lejano despunte de anochecer de juventud e incomprendidas frases de fervor te dieron voz e imagen y el hechizo no se repitió.
¡Cuántas cosas que no hubiera hecho hice al buscarte! ¡Cuántos ojos miré, creyendo que eran los tuyos! ¡Cuántos labios bese, creyendo que eran tus labios! ¡Cuánta palabra innecesaria dije, creyendo que tú me oías!
Una imagen destruida se aviva en la espera y es origen de otra imagen. Hay un horizonte para cada desesperación. Más de lo que hice, ¿qué haré? ¿No lloré, no reí, no canté, por si tú entendías mi llanto, mi risa o mi canto?
Esta primavera será, me decía en cada una, y las primaveras pasaron desmenuzando ilusiones. Este otoño, y los otoños fracasaron. ¡Ya no se los años de mi edad!
El cadáver de mis empeños fecundiza el pavimento estéril de las calles, y en cada pena ha de nacer un júbilo ajeno y venidero.En ellos revivirán mis sueños.
Raúl Sacalabrini Ortiz
El hombre que está solo y espera.

miércoles, 15 de enero de 2003

Crónicas Pehuajenses

I

- Dale Cuca, vamos en remisse.-

- No yo me quedo en el centro, todavía no termine mi whisky.- El Cuca era rotundo en su afirmación. Ya era totalmente de día. El primero del 2003, según las convenciones. Deje que se fuera caminando con Analía, recién habíamos dejado atrás a Sole, Matías, la Charo y la hermana. El centro quedaba vacío, tan maltrecho de botellas rotas como los esporádicos habitantes nocturnos con los contenidos de dichos envases.

Almorzamos muy tarde en la quinta, que adquiría reminiscencias de campamento gitano. Demás esta decir que el Cuca no pudo ser despertado hasta el final de la tarde, misma tarde que sirvió para deglutir, aparte de los alimentos mortales que por estas épocas se acostumbran en exceso, el libro de cuentos de Favio, que la noche anterior había regalado a los varios que estuvimos brindando, luego de haberlo hecho con nuestras familias. Fabio, recolector de historias y por lo tanto creador (es difícil, me parece escindir una de otra). Una facilidad Sorianesca nos mete en historias de pueblos, de infancia (entre peleas, amores e insectos), de putas, de amistad con una intensidad y frescura notables, quizás tenga que ver con que es difícil no identificarse con esas historias tan vividas de alguna manera por quienes venimos de pueblos chicos o barrios con fuerte identidad (para los ciudades grandes). De ahí que el libro este dedicado al Tato y Cuca, como no, si cada vez que Fabio volvía de sus viajes de vendedor de libros por la provincia; entraba al departamento, en que vivía con el Tato en Capital y estaban estos dos limados dispuestos a escucharle sus historias de pensión berreta de pueblo, del puerta a puerta, del señora ¿no quiere comprar este diccionario o esta enciclopedia que le va a servir a sus hijos? Pasa mi´jito, ¿querés un mate?

A la llegada del Cuca, se sucedía la transición de los parientes yéndose. La quinta comenzaba a adquirir la tranquilidad del agitar leve de los árboles, por la brisa calurosa de la tarde descolgándose del cielo.

Abandone la hamaca paraguaya (mi bastión irreductible), para ir a buscar a Fer Vicente y a Virginia y planificar la noche: de fumata, estrellas (incluso fugaces), de discutir sobre la Cruz del Sur, de chocolates, teg y música.

“Esa es la Cruz del Sur”, decía Vir y yo que no, que esa no era, “pero si, ¿no ves?”, y no que no, que los árboles que nos rodeaban no nos dejaban ver todo el cielo. “Es verdad”, decíamos, “habría que cortarlos a todos, especialmente ese pino copetón”. “Mirá, es esa la que esta debajo de la falsa Cruz; ah, puede ser, sí es esa ¿ves?, ¡mirá! Una estrella fugaz, ¡si! Tres deseos, ya están, joya, mira un satélite, ¿dónde?, ahí...”

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II

Ahora estoy solo en la quinta, terminando de aspirar los últimos humos del pequeño faso que me fume. Hoy me receté noche solitaria. Las estrellas de anoche hoy tienen el velo que las nubes le dan.

El último de Ceratti (que no me parece muy bueno) suena junto a grillos, sapos, ranas, y eventuales bandadas de pájaros que migran quien sabe donde. De la descripción a los pensamientos que según Fabio afloran tras las superficialidades, tras la cortina de lo poco profundo, que también lo dice el Cuca cuando piensa que decir ante un tachero, remisero, desconocido del asiento de al lado. La cuestión que me acuerdo del bla, bla, bla del personaje de presidente de Tumberos y acá Natalia R pensaría que estoy obsesionado con esa serie, pero en realidad (no lo dilucidaremos ahora), suele pasarle a cierta gente que anda por ahí que ante el maravillamiento a determinada (como decirlo), digamos cosa, como por ejemplo Fer M con la eradelosimperios-friends-canastayahoo, comienzan a analizar las cuestiones de relaciones sociales, en el sentido vago del término, a partir de esa cosa. Otro ejemplo serían los marxistas ortodoxos y me imagino a uno de estos especimenes leyendo esto y me muero de risa. Huy, se me acaba el papel.

Listo, solucionado. Un papel de envolver sirve en este caso. Me olvidaba aparte de grillos y demás también eventualmente se escuchan perros (pensamiento elástico ¿remember?). La verdad lo buenos de esta soledad es encontrarse con uno mismo. Por eso me puse a escribir describir esta noche, ya que me aburrí a mi mismo, me mande a la mierda y acá estoy escribiendo esto que será un mail en algún momento para ustedes. STOP: No es tan cierto eso que usted dice compañero, esta es solo una manera de disfrutar la soledad: Con el beneplácito que da la lectura (Henry Miller – Trópico de Capricornio) sabiendo que en este instante en otro trópico alguien lee al mismo autor. Y la lectura a pesar de Erich Fromn que como cualquier gurú de la antigüedad nos dice que debemos pasar más tiempo en soledad pero no haciendo nada de lo que en este momento estoy haciendo (música, lectura, escritura), sino encontrarnos con nosotros dimensionarnos y demás cosas que, acá me acuerdo de anoche cuando con Fer y Virginia estabamos al lado de la pileta con reposeras, mirando las estrellas y acá se me abre una rama: Hace un año hacíamos lo propio en una playa cerca de Viedma. Oscuridad absoluta en el medio de una playa Fer V y yo en reposeras tuvimos uno de los cuelgues más lindos que he tenido (dejamos esta rama). La cuestión que reposera+colgados+estrellas podemos dimensionar el infinito, sentirlo y de ahí lo eterno: el cosmos, somos fragmentos de ese cosmos, partículas mínimas que viajamos a velocidades descomunales por el universo y aquí la sensación de caída, caída eterna, a la nada, al nunca acabar, al infinito. Así que este Fronm no joda, no sólo podemos dimensionarnos en soledad sino que además superamos dicha dimensionalización. Eso sí hasta que Virginia me pide el encendedor que ahí la sensación de caída libre encuentra su final en la reposera de una quinta de un pueblo de la provincia de buenos aires, argentina, continente americano, planeta tierra, sistema solar, constelación de la concha de la lora del universo. Ahí volvemos con Fer V a contarle lo de aquella noche en la costa de Viedma: “No sabes, empezamos a carretear en las reposeras, despegamos (reclinándolas lentamente) ascendiendo al espacio, somos astronautas. Juegos de reminiscencias infantiles afloran. Luego de eso vino caminar uno de los dos hacia el mar. Ese mar tan inmenso como el universo al menos en ese momento, no llegaba nunca, a medida que caminaba el otro estaba a través de sus ojos.

Y corto acá porque se está largando a llover.

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III

Hubo una pregunta que circundo todas las charlas nocturnas, en ese escenario de estrellas, árboles y reposeras al borde de la pileta. Los interrogados fueron por orden de cada noche: Cuca, Fer y Vir; Tato, Cuca, Favio y Vero y por último Willy F.

- Che Willy, ¿qué harías si de repente viene un O.V.N.I. se posa sobre la pileta como flotando y baja una especie de compuerta hacia nosotros con los bordes de lucecitas y una luz que nubla todo adentro? Nos subimos ¿no?

- Y no se Tero, ¿te parece?

- Sí, así en este estado ni dudarlo, aparte, ¿qué perdemos?, si son amistosos nos vamos a cagar de risa y sino, bueno que sea lo que dios quiera o mejor los tratamos de cagar a piñas.

- Ma´si lo hacemos.

- Aparte si es una sociedad más evolucionada quiere decir que llegaron al socialismo, entonces son compañeros.

- ¿Qué decís?

- (...)

En ese momento, estaba tratando de conjugar mi "orden" del universo con el de Willy, que no me terminaba de convencer. Mi universo era bien cuadrado (por sintetizar una idea). Sistemas planetarios (planetas, asteroides, cometas, estrellas extintas girando, mejor dicho gravitando en una estrella) que a su vez gravitan en una galaxia que a su vez gravitan junto a agujeros negros, quasares, y demás en el universo. Pero, ¿por qué no múltiples universos interdimensionales con diferentes órdenes?

De todas maneras esa noche ni las anteriores encontramos respuestas...

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IV

Cuento por Willy Falcone y Tero Landi

Hay algo trágicamente destructivo en el fondo de cada deseo, ya sea en su forma más dura, como en su forma más liviana, ya sea por la razón o por esta urgencia de soñar.

Lo cierto es que me equivoque feo, todo lo demás son búsquedas de justificaciones que vaya a saber uno donde me llevaran.

A ella la conocí en un cabaret de un pueblo miserable. Me deslumbró desde que la ví llegar de uno de los extremos de la barra. Era distinta a las demás, no se, quizás era su brillo que era indeleble a ese triste lugar donde solitarios eventuales o permanentes, donde perdedores, iniciaticos, enfermos de cariño, buscadores de oídos para escuchar o sexo vedado por mujeres aplastadas por el deber ser pacato y recatado de la rutina acuden a llenar vacíos.

No se porque estaba allí ese día, no era habitual en mí, quizás por eso: el sabor de buscar nuevas historias, no se. Lo que si se es que esa noche y el encuentro con ella cambio el rumbo de una vida sin demasiadas agitaciones. Me le acerque, la salude, le pregunte su nombre pero, me di cuenta que no hablaba con ella, digo, la persona que me deslumbraba, solo hablaba con el personaje que se inventaba para trabajar allí.

Le pregunte cuanto costaba estar con ella, la verdadera, la del brillo que sus pintorrajeada cara no podía ocultar, sus ojos se hundieron en los míos, me dieron ganas de gritar con la cabeza. Una enorme pausa, su sonrisa dejando por descubierto no sólo sus dientes.

Volví insistir sin quitarles mis ojos de sus ojos. Por dentro la lucha sangrienta del deseo, de tocarla, de entrar con la razón en la mano izquierda, dejándome esta vez ya al descubierto.

Pero ella con firmeza dorada de ternuras sólo dijo veinte pesos la hora, bajando la cabeza, cerrando los ojos, mordiendo sus labios, muriendo. "Quiero salvarte, quiero que me salves, yo tampoco quiero llorar". No la deje decir nada, quizás un error.

La tome de una mano, flotamos hacia la puerta de salida. En ningún momento puso resistencia, si complicidad, pasamos esa puerta. Adentro se escuchaba el inicio de un griterio, la regente que entre el asombro de lo dislocado, mezclaba aullidos con insultos socarrones para poner en aviso al encargado de seguridad. No era común en un cabaret de pueblo tener problemas, algún borracho de vez en cuando, pero nada que unas caricias no menguaran. Es así que resultó fácil salir, inimaginable en una gran urbe.

Cuando el corpulento reacciono era bastante tarde, con el auto ya nos metíamos por calles oscuras, en esta, pienso ahora, irracional fuga. Habían pasado quince eternos minutos de huida y silencio, ni siquiera la miraba, estaba nervioso, y contrariado, un torbellino mental que sacudía mi cabeza, hacerla mía, protegerla para siempre, a ella, esa desconocida, ni siquiera sabia su nombre, siempre estas decisiones sin pensar me habían llevado a destinos más o menos trágicos.

En estos momentos me odiaba, una ramera en mi auto y ahora sin trabajo, un desconocido le había arruinado su presente por un futuro totalmente incierto, es increíble pienso, uno se imagina una línea como una ruta y el pasado es el camino recorrido, el presente es el instante por el que vamos y el futuro es el camino por hacer, pero en este caso el futuro no era lineal, era un salto al vació, un precipicio que no se sabía cual era el fin. Me dije basta que estaba atormentándome, decidí mirarla, ella en ese lapso de tiempo, intuyo, estaría pensando algo similar, tenía la mirada en la ruta que ya estábamos circulando, el brillo de su piel todo, rostro, hombros, manos, piernas se mezclaba con el de las estrellas que titilaban en el infinito.

Me miró, otra vez la conexión, otra vez el no me importa nada sólo vos, ya no tengo dudas, con tu mirada no tengo dudas.

"¿Cómo te llamas?". Otra vez sonrió, sin decir nada, no quise volver a insistir, quizás ese era su único tesoro, un nombre prohibido, hasta eso me seducía. La excitación y el cansancio n ese momento eran mi mochila. Sin preguntar nuevamente, otro error tal vez, fui disminuyendo la velocidad, hasta que minuciosamente fui saliendo de la ruta, estacionándome en la banquina entre dos tremendos árboles.

"Necesito tu nombre". Supliqué, esperé, pero nada. Ella acerco su mano, la paso sobre mi barba, su boca junto a la mía. Fue un hacer y un deshacer. La deformación absoluta, desvestirnos, desalinearnos. Por fin besé cada secreto de su piel, sentí ser uno y miles. Miles, una pausa, pensando lo que implicaba la palabra miles, miles podrían haber hecho lo mismo, miles pagarían por su brillo, yo como primer representante de esos miles, pero sólo eso, sólo eso, es decir nada, un yo cualquiera, es decir en este momento soy miles. Le dije en vos alta "¿miles?.

Ella no contestaba. Insistí tomándole del brazo, gritándole. Fue su descabellada sonrisa inocente de incomprensión la que me impulso sobre su cuello, era sólo algo que ella quizás ni supiera, apreté tanto, tanto, que no me animo a nombrar el resultado, pero fue así.

También sentí una muerte, tan dolorosa como la de ella, el desasosiego, la culpa, esa enorme cruz.

Deje el cuerpo en el auto y el auto en la banquina entre dos árboles.

Del otro lado de la ruta hice dedo con la suerte en el pulgar. Un auto paro, me llevo hasta el lugar de donde escapar.

El cabaret era el mismo, ella fue muy inteligente, una buena forma de escapar de mí, pero como la extrañaba, lo pensaba mientras levantaba la mirada hacia el extremo de la barra con la ilusión de volverla a ver, ahí estaba, como si no hubiera pasado nada, lo cual es cierto.