viernes, 20 de junio de 2003

Escribiendo desde las sensaciones cinematográficas

CINE[1]

Estupefacto de tanta putrefacción. La conspiración invade por la purulencia, se expande por la herida mal curada. Una pus amarillenta preanuncia gusanos, nacerán, se expandirán por la carroña (la competencia entre buitres, hormigas y gusanos). Carroña, no más que residuo orgánico que es vida muerta alimentando vida. Gusanos excitados, frenéticos. Caldo o sopa densa y movediza que crece hasta el límite de los huesos blancos, poco a poco comenzando a brillar ante el sol calcinante de algún desierto que se lleva los sueños en un viento que no se cansa. Viento exultante que desafía y gasta, erosiona cada pelada roca que se desgrana en el tiempo para ser arenisca. Rocas peladas como huesos ya sin gusanos, sin olor. Vestigios de la desolación.

Me concentro un segundo, escucho la fuerza de la música de la banda de sonido de Sueños en Arizona[2] saliendo de los pequeños parlantes. Se agranda. Alud descomunal de sonido, coros animales, flauta y expectación de un desarrollo que promete. Preguntas que giran entrelazándose en esa bola de sonido que de repente desaparece en el silencio que antecede al temporal y vendaval de música que vendrá. Ah: música. Liberación, plenitud, duda, miedo, silencio nuevamente. Tambores quizás, fin. MUERTE. La belleza de lo trágico irrumpe, asciende, ilumina. Una multitud de voces escalando la mítica torre de babel. ¡Hay babel, babel!, sus jardines, sus mercados inundados en gritos y olores, quién te pudiese haber visto, sólo comentarios lejanos, jinetes nómades, caravanas de camellos, viajeros dibujando sus ruinas, historietistas creando a Mort Cinder, arqueólogos, antropólogos, lingüistas, teólogos, historiadores de un mundo ya muerto como la melodía que poco a poco da paso al Réquiem de Mozart y sus voces acongojadas de tanta oscuridad. Una voz esperanzadora de mujer se apropia de toda nuestra percepción. Más aún, convence a las otras voces que la siguen en un camino sacrificado hacia la consecución de los sueños. Los violines son maná ahora. Gesta, aventura, epopeya, viaje a la solemnidad de la felicidad, quien sabe, no importa, el viaje tiene el efecto del viaje, la curiosidad infantil del deseo ilimitado.

Esto son apenas palabras de entonación, de acomodar la garganta, de raspearla para lograr sacar eso que no logra salir, son los puchos, las fisuras colectivas, la humedad de esta cárcel puta con diagonales, nos dejan más cerca, las tomamos pero no vamos a ningún lado, estamos en diagonales de un cuadrado que no bordeamos, hacemos figuras dentro pero nada más. Encima la lluvia y este sátrapa[3] que me obliga a estar acá y escupir. ¡Dejame!, ¡dejame, loco!, no quiero no tengo nada para decir, es así, el mismo chamullo de siempre, encima ayer el director ese que no se que más decir, pura oniricidad. Tarkovski tus sueños son tus sueños. Prefiero la sabrosa viscosidad que emana de la vaina o la vagina, sexo y nada más o la virtualidad de una vida que es o no es realidad. Que se yo, no se y sigo porque estoy atado y el teclado me retiene aferrado, me mete la cabeza entre las teclas y me succiona.
Es la interconexión de los cables que salen de no se donde. Los censores eléctricos se interconectan en el infinito sea donde sea y donde se este y sale, siempre sale algo, no importa que, no importa. Hay fuegos que arden juntos en la inmensidad, energía al fin, se condensan, se comprimen, aletargan un tiempo hasta que en un momento del espacio tiempo comienzan a girar en si mismo a una velocidad tal que se expanden poco a poco hasta que no da más y explota, big bang le dijo alguno, pongámosle eso para serializar, la cuestión que volvemos siempre a lo mismo, o al menos mi elemental visión de gato, o perro, o orangután me hace decir o pensar.
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[1] Los film en que fueron inspirados este escrito son ZOO, Sueños en Arizona, La Zona, El Festín Desnudo y Existen Z.

[2] Goran Bregovic.
[3] Capitán Beto, filoso filosofo de las comarcas neuquinas.