martes, 2 de marzo de 2004

Pogo


Como cuesta armar un foul
Patricio Rey y sus redonditos de ricota

Hay cosas que no se dicen se insinúan, palabras que se exhalan y en su entonación prefiguran otro significado, entonces pogo. Sí pogo. El diccionario nada nos dice de esa palabra, sólo la experiencia de los cuerpos bañados en sudor aprisionados en una marea humana atraída por ese polo magnético de salto, de danza, de aguante, que vaya uno a saber donde nos va a arrojar, ese es el único registro posible para abordarlo.

El lugar de a poco se empieza a llenar. El estadio durante la tarde, con las bandas viajando en combis, bondis, autos, en tren, a dedo. Por la ruta pasan los grupos con sus banderas colgando, el ortiva del chofer no nos deja poner los cassettes de la banda, 800 kms, esperando sin escucharlos sólo repasando las canciones mentalmente. Pero se llega, siempre se llega. Gente de todos lados, chabones, flacos, chaboncitas, todos para sacudir los cuerpos en ese objetivo común de goce, de perderse nutriendo ese cuerpo colectivo, único de potencia, de planetas, de cosmos gravitatorio.

También esta el lugar antro de esa banda que hace mucho querías ver y escuchar pero recién ahora se presenta en tu ciudad en ese lugar, ese teatro o también aquella, que toca en momentos convulsivos de determinadas coyunturas político sociales. A esas llegan pocos, esos que ves en las marchas y algunos más. No importa a todas le haces un culto, una ritualidad de canciones y pogos.

Las manos nos dan cuenta de la opresión, las pelotas dicen de la alienación, divididos nos cuentan sobre las casitas inundadas, los redondos llaman a su último recital (2001) en medio de piquetes con la consigna de hacer una nueva revolución francesa pero claro ellos no pueden darnos más que un par de promesas, sólo ticks de la revolución, un par de sienes ardientes tan sólo eso, el resto queda para nosotros, ellos hacen el himno y nosotros tiramos piedras en diciembre y nos indignamos ante la muerte, pateamos un gas lacrimógeno que da justito en la formación de la cana. Empiezan las piedras, tomen hijos de puta, un cuarto de ladrillo da en las sirenas del carro, se rompen, explotan. Todo un símbolo y seguimos, ya todo se mezcla con el gas no sabes si estas en un recital de colado o en un marcha desbandada. No importa la música pega todo.

Pero todo se termina en ese tema medio sampleado de las bandas que haría carajear a más de un ortodoxo del rock, suena bajo, suave, recién volvés y no me ves y la aplanadora del rock aplana en un acústico, insólito, quise estar contra todos, pero tanto anteojo hace de esto sólo eso que no puede explicarse. Che de cafetín.

Llega el momento esperado por horas. Un calentamiento del ambiente preanuncia lo que viene. Las hinchadas hacen su juramento a la banda. La masa cantando que la banda es un sentimiento no se explica, se lleva bien adentro, que soy charly / redondo /las pelotas / divididos / las manos hasta que me muera. Los plomos se corren. El telón, en el caso de los teatros se corre. La banda sale, empieza con un rock and roll furioso. Enloquecemos, nos desquiciamos y vamos al centro, a girar, gravitar, explotar con ese tema y los otros. Enjambre dislocado, sismo enfurecido. Perderse en un objetivo común de goce. Los fragmentos se diseminan y se juntan.

Mucha tropa riendo en las calles (...) nuestro amo juega al esclavo en esta tierra que es una herida que se abre todos los días a pura muerte a todo gramo Violencia es mentir nos dicen, con sus formidables guerreros en jeep los titanes del orden viril que se mueran y juramos que si hace falta hundir la nariz en el plato lo vamos a hacer por los tipos que huelen a tigres tan soberbios y despiadados, muéranse abominables formas reptantes.

El pogo es en ese recital de charly de 120 000 personas o el más grande del mundo un domingo de 2000 en este film velado en blanca noche, bailando Ji – ji – ji, una noche de cristal que se hace añicos, que nos hacemos añicos. Esos chicos, nosotros, somos como bombas pequeñitas, explotamos. Todo termina en ese tema. Ahora vendrá encontrar los amigos perdidos en la gravitación dislocada y nos vamos, transpirados, hechos sopa, con un aullido en los oídos, como cuando te duele la pija de tanto coger.

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