martes, 20 de enero de 2004

Lago Puelo: tardecita a sus orillas

Las desventuras de esta carcaza no hacen mella en nuestra tozuda forma de encarar penurias y avatares. Afrontamos este viaje con coraje, el necesario para perdernos constantemente, casi a propósito, para hacer las cosas más intensas (suponemos). Si un camino es fácil, tomamos otro, el que no existe, nos apropiamos de la natura. Mejor dicho, ella se apropia de nosotros, nos hace, nos mimetiza y somos ella. Una fusión animal nos invade, cuerpo único en potencia entre matorrales, montañas, zorros, rocas, hielo, tierra arenosa, truchas y demás enumeraciones que carecen de sentido en esta mañana alargada de resaca de noche alcohólica que nos fue desgajando poco a poco hasta vencer nuestro equilibrio. Todos los componentes orgánicos de esta unidad denominada cuerpo se nos caen, se hacen trizas en la tierra, sólo nos queda el sabor de la cena, los bifes y el malbec inundando estos pedazos desparramados por el piso. Y así, en un acto de extrañisima lucidez, juntamos nuestros pedazos, al menos los más grandes y nos tiramos a dormir. Mientras, el mundo todo gravita a mayor velocidad. Sentimos la fuerza descomunal de los engranajes que mueven este universo, sus tortugas, los elefantes, el coloso, todos esforzándose esta noche oscura para despavilarnos con un trabajo que debería ser anónimo, pero hay conexiones electrolíticas que nos transportan a verdades visibles y tangibles.

Y así, digamos, amacadados desproporcionadamente, nos dormimos. La débil frontera entre la vigilia y lo onírico se desfigura. Aunque para no faltar en algún sentido a la verdad, este viaje ha sido la incursión más onírica, la invasión de lo no racional sobre la certeza, la lógica y demás palabras expresantes de una de las partes más visible de lo que somos para los demás. En fin, como suelo finalizar un diálogo, una nueva comida, una alta comida nos espera y luego tortas fritas y antes chocolatada con pasteles y en el medio unos mates tremebundos. Pobre hígado, cuánto lo hacemos trabajar cuando estamos al pedo y reímos escuchando música, o leemos y Erdosain ya planea el asesinato de Barsut y así solventar la sociedad secreta, pero sobre todo darle un giro a una vida que aún no encuentra sentido. Se le acerca, lo vislumbra, lo roza pero sólo eso. Basta, este día nublado y gris, ventoso y monotono es genial, nos descansa y aploma. Que hoy trabaje el hígado.

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