martes, 13 de enero de 2004

Crónica del crucero a la nada 3

Martes 13 > 3:40 am

He venido a ese centro de la nada pa´gritar

Lasha

El crucero a la nada está llegando a su fin, al menos en estos lares. Hace algunos años en otro viaje sentía la misma nostalgia de algo que acaba, decía:

Despedida[1]

La noche aflora

y es distinta a todas las noches

no hay incandescencias lunares

la última de las noches me despide

ocultando su velo tras las nubes

No es triste

pero tiene algo de eso

solo un pequeño faro saluda

también porque no

las lucecitas del poblado

Adiós mar

olas, mareas, rocas, sol

y adiós tímida belleza

me llevo tu sonrisa

sólo eso.


Y aquí hay una despedida anticipada, no hay tristeza, sólo nostalgia de los días soleados que pasaron, las tormentas nocturnas, las noches de bares, las rutinas, los enojos matinales, las risas de la tarde, la luchita, el Capitán Limatrón y señora, el Masi, la Caro y el Guillermo, lo digo así, en pehuajense típico que es como telúricamente me sale en estas hondonadas de sembradíos aplastados por la inundación y su consecuente desolación.

Pero basta de todo esto, hoy fui odalisca, en este barco que se hunde, en esta nave que comenzamos a quemar para emprender otros rumbos, hacia donde la cruz estelar nos marque.

El agua comienza a rebalsar y los grumetes y polizones ya están a salvo. Quedamos pocos y encima a Erdosain se le piantó la mina, pobre loco, pobre.

Los peces vuelven a nacer. La escritura me reencuentra, palabras que afloran nuevamente para nada decir. La bitácora de viaje esta aquí aún. Entonces digo: ¡Váyanse, Váyanse espíritus inquietos de tanta quietud de siesta, de tanto achatamiento de pueblo, tanto aplacamiento cenagoso! ¡Estamos felices, nosotros también combatimos a la modorra, por eso huimos, escapamos del crucero, que se hunda!. Todos nos vamos y desaparecemos en su casa, y así son las cosas ondulándonos de vida (...) suspira por la vida y marcha hacia la nada.

Una guitarra nos da cuenta de que estamos vivos, con fuegos por quemar, pasiones por desprender de nuestras almas, somos todos nuestros bagajes singulares y los que están por venir, nos hundimos con ellos pero a último momento nos salvamos desprendiendo nuestras cansadas manos y el lastre se hunde más. Empezamos a nadar. El fondo del agua cristalina refleja los rayos de un atardecer rojo.

¿Podrá hacer las flores de cobre? Esas preguntas me afloran justo cuando ya me quedo sin aire y la superficie esta a metros aún, debo llegar, el cielo está celeste, merece ser mirado, llego y respiro, respiro, respiro, los pulmones se hinchan hasta apretar al estomago de tanto aire. Floto. Algunas nubes pasan lentas, como cansadas por ese calor arrollador y húmedo, bandadas de pájaros pasan, sólo pájaros sin posibilidad de identificarlos, aves que también migran a su destino de pájaro.

No los puedo nombrar pero estoy contento, floto, la luna ya salió, está redonda en pleno día, imagino los colibríes volando a la hora de costumbre en el árbol de costumbre, me asombro de esos pensamientos, como pensar esas cosas en el medio del lento y trágico hundimiento. Ese camarote atestado de gente, cuantas vivencias, cuantas sonrisas. Fuegos nocturnos y danzas arábigas, fuegos también en la alameda. Todo tan trazado en los elementos elementales, fuego, agua dicotómicos aparentemente. Nada tan alejado, dos partes constituyentes de un mismo conjunto. Tierra, agua. Luz, oscuridad. Todo mezclado, menos el fuego con la luz del día, pero nos mentimos y nos contestamos: las carnes fueron asadas en los mediodías por un comprobado fuego que las hijas de prometeo no pudieron arrebatar. Esta llegando la noche siempre plagadas de estrellas y floto esperando un milagro o una isla donde encallar. Agua, tierra por favor, tierra. En la oscuridad de la noche encuentro un tronco flotando, me aferro a él. Madera. La naturaleza nos arrasa. La oscuridad de la noche nos aterra, tantas tragedias ocurridas en noches como ésta, asesinatos, cuchilleros en venganza y películas de terror que el cinematógrafo proyecta hipnóticamente. ¡Que recuerdos el cinematógrafo! Ya llegare a alguna ciudad cuando me rescaten. Nadaré hasta algún poblado de prosperidad económica e impulso de avidez cultural donde tengan uno. Ya llegaré, no para despreciar este crucero hundido, no, era una tragedia posible, la repetición sin fin del iceberg y la arrogancia y soberbia humana de pensar que nada nos puede hundir, qué infelices, pobres. Qué será de Erdosain en las páginas siguientes, ¿encontrará el sentido de la vida? que es una forma de decir felicidad, o no, quién sabe, es un camino posible, otros no se me ocurren, tiene sentido el trabajo si no existe el recreo y utilizo esta palabra con todo propósito de añoranza, sonó el timbre, recreo, recreo. Salimos todos corriendo, jugamos al... pero hay una pelea y esta noche en el bar también, siempre hay peleas, será el lejano oeste, pistoleros escapados de la ley tomando una vida de "salvaje" de pampa el cual su bien más preciado es un bagual que atrapó entre los cimarrones que andan por ahí, salvajes y coleando, lo esperó, le saco las cosquillas, de a poco, día tras día, el recorrido del sol en las pampas es largo pero pasa y viene la primera monta, no se acostumbra y nos bolea, con los demás intentos estará listo hasta ser uno y ahí a asolar poblados, al malón y la captura de cautivas, las rubias son un bien preciado, pero las huincas en general son un bien preciado, habrá que cortarles las plantas de los pies, y esperar. Algunos no esperan, pero el anciano me enseñó que es igual que con los caballos. Todo se mezcla, las fronteras, tan difusas que civilización y salvajismo se cruzan. Somos parte de todas las cosas nos dice una visión de las múltiples formas de tratar de entender para qué corno es todo esto. Basta ya tengo frío y la noche no pasa. El tronco me ayudará a dormir un rato, el amanecer me dará un poco de calor, me remojare y hasta quizás vea tierra. No quiero pensar más. Dormir también es algo celestial. Reposo.

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[1] Punta del Diablo – Uruguay (2001)

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